Bernardino de Sahagún

Historia General de las Cosas de Nueva España

Porrua

México 1969

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PROLOGO

pp. 27-28

Para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es de saber cómo las usaban en tiempo de su idolatría, que por falta de no saber esto en nuestra presencia hacen muchas cosas idolátricas sin que lo entendamos; y dicen algunos, excusándolos, que son beberías o niñerías, por ignorar la raíz de donde salen —que es mera idolatría, y los confesores ni se las preguntan ni piensan que hay tal cosa, ni saben lenguaje para se los preguntar, ni aun lo entenderán aunque se lo digan—. Pues por que los ministros del Evangelio que sucederán a los que primero vinieron, en la cultura de esta nueva vina del Señor no tengan ocasión de quejarse de los primeros, por haber dejado a oscuras las cosas de estos naturales de esta Nueva España, yo, fray Bernardina de [-27;28-] Sahagún, fraile profeso de la Orden de Nuestro Seráfico P. San Francisco, de la observancia, natural de la Villa de Sahagún, en Campos, por mandato del muy Reverendo Padre el P. Fray Francisco Toral, provincial de esta Provincia del Santo Evangelio, y después Obispo de Campeche y Yucatán, escribí doce libros de las cosas divinas, o por mejor decir idolátricas, y humanas y naturales de esta Nueva España: El primero de los cuales trata de los dioses y diosas que estos naturales adoraban; el segundo, de las fiestas con que los honraban; el tercero, de la inmortalidad del ánima y de los lugares donde decían que iban las almas desde que salían de los cuerpos, y de los sufragios y obsequias que hacían por los muertos; el cuarto libro trata de la astrología judiciaria que estos naturales usaban, para saber la fortuna buena o mala que tenía los que nacían; el quinto libro trata de los agüeros que estos naturales tenían para adivinar las cosas por venir; el libro sexto trata de la Retórica y Filosofía Moral, que estos naturales usaban; el séptimo libro trata de la Filosofía Natural que estos naturales alcanzaban; el octavo libro trata de los señores y de sus costumbres y maneras de gobernar la república; el libro nono trata de los mercaderes y otros oficiales mecánicos, y de sus costumbres; el libro décimo trata de los vicios y virtudes de estas gentes, al propio de su manera de vivir; el libro undécimo trata de los animales, aves y peces, y de las generaciones que hay en esta tierra, y de los árboles, yerbas y flores y frutos, metales y piedras y otros minerales; el libro duodécimo se intitula La Conquista de México.

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pp. 28-31

Es esta obra como una red barredera para sacar a luz todos los vocablos de esta lengua con sus propias y metafóricas significaciones, y todas sus maneras de hablar, y las más de sus [-28;29-] antiguallas buenas y malas; es para redimir mil canas, porque con harto menos trabajo de lo que aquí me cuesta, podrán los que quisieren saber en poco tiempo muchas de sus antiguallas y todo el lenguaje de esta gente mexicana. Aprovechará mucho toda esta obra para conocer el quilate de esta gente mexicana, el cual aun no se ha conocido, porque vino sobre ellos aquella maldición que Jeremías de parte de Dios fulminó contra Judea y Jerusalem, diciendo, en el Cap. 5°: yo haré que venga sobre vosotros, yo traeré contra vosotros una gente muy de lejos, gente muy robusta y esforzada, gente muy antigua y diestra en el pelear, gente cuyo lenguaje no entenderéis ni jamás oísteis su manera de hablar; toda gente fuerte y animosa, codiciosísima de matar. Esta gente os destruirá a vosotros y a vuestras mujeres e hijos, y todo cuanto poseéis, y destruirá todos vuestros pueblos y edificios. Esto a la letra ha acontecido a estos indios con los españoles: fueron tan atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les quedó de lo que eran antes. Así están tenidos por bárbaros y por gente de bajísimo quilate —como según verdad, en las cosas de policía echan el pie delante a muchas otras naciones que tienen gran presunción de políticos, sacando fuera algunas tiranías que su manera de regir contenía—. En esto poco que con gran trabajo se ha rebuscado parece mucho la ventaja que hicieran sí todo se pudiera haber.

En lo que toca a la antigüedad de esta gente tiénese por averiguado que ha más de dos mil años que habitan en esta tierra que ahora se llama la Nueva España: Porque por sus pinturas antiguas hay noticia que aquella famosa ciudad que se llamó Tula ha ya mil años o muy cerca de ellos que fue destruida, -y antes que se edificase, los que la edificaron estuvieron muchos poblados en Tulantzinco, donde dejaron muchos edificios muy notables; pues en lo que allí estuvieron y en lo que tardaron en edificar la ciudad de Tula, y en lo que duró en su prosperidad antes que fuese destruida, es cónsono a verdad que pasaron más de mil años, de lo cual resulta que por lo menos quinientos años antes de la Encarnación de nuestro Redentor esta tierra era poblada. Esta célebre y gran ciudad de Tula, muy rica y decente, muy sabia y muy esforzada, tuvo la adversa fortuna de Troya. Los chololtecas, que son los que de ella se escaparon, han tenido la sucesión de los romanos, y como los romanos edifiecaron el Capitolio para su fortaleza, así los cholulanos edificaron a mano aquel promontorio que está junto a Cholula, que es como una sierra o un gran monte, y está todo lleno de minas o cuevas por de dentro. Muchos años después los mexicanos edificaron la ciudad [-29;30-] de México, que es otra Venecia, y ellos en saber y en policía son otros venecianos. Los tlaxcaltecas parecen haber sucedido en la fortuna de los cartagineses. Hay grandes señales de las antiguallas de estas gentes, como hoy día parece en Tula y en Tulantzinco, y en un edificio llamado Xochicalco, que está en los términos de Quauhna-huac; y casi en toda esta tierra hay señales y rastro de edificios y alhajas antiquísimos.

Es, cierto, cosa de grande admiración que haya nuestro señor Dios tantos siglos ocultado una selva de tantas gentes idólatras, cuyos frutos ubérrimos sólo el demonio los ha cogido, y en el fuego infernal los tiene atesorados; ni puedo creer que la Iglesia de Dios no sea próspera donde la sinagoga de Satanás tanta prosperidad ha tenido, conforme aquello de San Pablo: abundará la gracia adonde abundó el delito. Del saber, o sabiduría de esta gente, hay fama que fue mucha como parece en el libro décimo donde, en el capítulo XXIX, se habla de los primeros pobladores de esta tierra, donde se afirma que fueron perfectos filósofos y astrólogos y muy diestros en todas las artes mecánicas de la fortaleza, la cual entre ellos era más estimada que ninguna otra virtud, y por la que subían al último grado del valer; tenían de esto grandes ejercicios, como parece en muchas partes de esta obra. En lo que toca a la religión y cultura de sus dioses no creo ha habido en el mundo idólatras tan reverenciadores de sus dioses, ni tan a su costa, como éstos de esta Nueva España; ni los judíos, ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y de tantas ceremonias como le han tomado estos naturales por espacio de muchos años, como parece por toda esta obra.

Del origen de esta gente la relación que dan los viejos es que por la mar vinieron, de hacia el norte, y cierto es que vinieron en algunos vasos de manera (que) no se sabe cómo eran labrados, sino que se conjetura que una fama que hay entre todos estos naturales, que salieron de siete cuevas, que estas siete cuevas son los siete novias o galeras en que vinieron los primeros pobladores de esta tierra, según se colige por conjeturas verosímiles; la gente primero vino a poblar a esta tierra de hacia la Florida, y costeando vino y desembarcó en el puerto de Panuco, que ellos llaman Panco, que quiere decir lugar donde llegaron los que pasaron el agua. Esta gente venía en demanda del paraíso terrenal, y traían por apellido Tamoanchan, que quiere decir, buscamos nuestra casa; y poblaban cerca de los más altos montes que hallaban. En venir hacia el mediodía a buscar el paraíso terrenal, no erraban, porque opinión es de los que escriben que está debajo de la línea equinoccial; y en [-30;31-] pensar que es algún altísimo monte tampoco yerran, porque así lo dicen los escritores, que el paraíso terrenal está debajo de la línea equinoccial y que es un monte altísimo que llega su cumbre cerca de la luna. Parece que ellos, o sus antepasados, tuvieron algún oráculo cerca de esta materia, o de Dios, o del demonio, o tradición de los antiguos que vino de mano en mano hasta ellos. Ellos buscaban lo que por vía humana no se puede hallar, y nuestro señor Dios pretendía que la tierra despoblada se poblase para que algunos de sus descendientes fuesen a poblar el paraíso celestial como ahora lo vemos por experiencia; mas ¿para qué me detengo en contar adivinanzas? pues es certísimo que estas gentes todas son nuestros hermanos, procedentes del tronco de Adán como nosotros, son nuestros prójimos, a quien somos obligados a amar como a nosotros mismos, quid quid sit [latín].

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AL SINCERO LECTOR

pp. 31-32

Cuando esta obra se comenzó, comenzóse a decir de los que lo supieron que se hacía un Calepino, y aun ahora no cesan muchos de preguntarme que ¿en qué términos anda el Calepino? Ciertamente fuera harto provechoso hacer una obra tan útil para los que quieren aprender esta lengua mexicana, como Ambrosio Calepino la hizo para los que quieren aprender la lengua latina, y la [-31;32-] signifícación de sus vocablos; pero ciertamente no ha habido oportunidad, por que Calepino sacó los vocablos y las significaciones de ellos, y sus equivocaciones y metáforas, de la lección de los poetas y oradores y de los otros autores de la lengua latina, autorizando todo lo que dice con los dichos de los autores, el cual fundamento me ha faltado a mí, por no haber letras ni escritura entre esta gente; y así me fue imposible hacer Calepino. Pero eché los fundamentos para (que) quien quisiere con facilidad le pueda hacer, porque por mi industria se han escrito doce libros de lenguaje propio y natural de esta lengua mexicana, donde allende de ser muy gustosa y provechosa escritura, hallarse han también en ella todas maneras de hablar, y todos los vocablos que esta lengua usa, tan bien autorizados y ciertos como lo que escribió Virgilio, y Cicerón, y los demás autores de la lengua latina.

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p. 43

CAPITULO I

QUE HABLA DEL PRINCIPAL DIOS QUE ADORABAN Y A QUIEN SACRIFICABAN LOS MEXICANOS LLAMADO HUITZILOPOCHTLI

1.—Este dios llamado Huitzilopochtii fue otro Hercules el cual fue robustísimo, de grandes fuerzas y muy belicoso, gran destruidor de pueblos y matador de gentes.

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p. 44

CAPITULO III

TRATA DEL DIOS LLAMADO TEZCATLIPOCA, EL CUAL GENERALMENTE ERA TENIDO POR DIOS ENTRE ESTOS NATURALES DE ESTA NUEVA ESPAÑA; ES OTRO JUPITER

1.—El dios llamado Tezcatlipoca era tenido por verdadero dios, e invisible, el cual andaba en todo lugar, en el cielo, en la tierra y en el infierno; y tenían que cuando andaba en la tierra movía guerras, enemistades y discordias, de donde resultaban muchas fatigas y desasosiegos.

2.—Decían que él mismo incitaba a unos contra otros para que tuviesen guerras y por esto le llamaban Nécoc Yáotl, que quiere decir sembrador de discordias de ambas partes;

3.—y decían él sólo ser el que entendía en el regimiento del mundo, y que él sólo daba las prosperidades y riquezas, y que él sólo quitaba cuando se le antojaba; daba riquezas, prosperidades y fama, y fortaleza y señoríos, y dignidades y honras, y las quitaba cuando se le antojaba;

4.—por esto le temían y reverenciaban, porque tenían que en su mano estaba el levantar y abatir, de la honra que se le hacía.

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p. 47

CAPITULO VII

TRATA DE LA DIOSA QUE SE LLAMABA CHICOMECOATL. ES OTRA DIOSA CERES

1.—Esta diosa llamada Chicomecóatl era la diosa de los mantenimientos, así de lo que se come como de lo que se bebe.

2.—a ésta la pintaban con una corona en la cabeza, y en la mano derecha un vaso, y en la izquierda una rodela con una flor grande pintaban: tenía su cueitl y huiplli y sandalias, todo bermejo; la cara teñida de bermejo.

3.—debió esta mujer ser la primera que comenzó a hacer pan y otros manjares y guisados.

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pp. 50-51

CAPITULO XI

QUE TRATA DE LA DIOSA DEL AGUA; QUE LA LLAMABAN CHALCHIUH-TLICUE; ES OTRA JUNO

1.—Esta diosa llamada Chalchiuhtlícue, diosa del agua, pintatábanla como a mujer, y decían que era hermana de los dioses de la lluvia que llaman Tlaloques; honrábanla porque decían que ella tenía poder sobre el agua de la mar y de los ríos, para ahogar a los que andaban en estas aguas y hacer tempestades y torbellinos en el agua, y anegar los navios y barcas y otros vasos que andan por el agua.

2.—Hacían fiesta a esta diosa en la fiesta que se llama etzalcualiztli, que se pone en el segundo libro capítulo VII. Allí está a la larga las ceremonias y sacrificios con que la festejaban, allí se podrá ver. [-50;51-]

3.—Los que eran devotos a esta diosa y la festejaban eran todos aquellos que tienen sus granjerías en el agua, como son los que venden agua en canoas, y los que venden agua en tinajas en la plaza.

4.—Los atavíos con que pintaban a esta diosa son: que la pintaban la cara con color amarillo, y la ponían un collar de piedras preciosas de que colgaba una medalla de oro; en la cabeza tenía una corona hecha de papel pintada de azul claro, con unos penachos de plumas verdes y con unas borlas que colgaban hacia el colodrillo, y otras hacia la frente de la misma corona, todo de color azul claro.

5.—Tenía sus orejeras labradas de turquesas de obra mosaica; estaba vestida de un huipil y unas naguas pintadas del mismo color azul claro, con unas franjas de que colgaban caracolitos mariscos.

6.—Tenía en la mano izquierda una rodela, con una hoja ancha y redonda que se cría en el agua; la llaman atlacuezona.

7.—Tenía en la mano derecha un vaso con una cruz hecha a manera de la custodia en que se lleva el Sacramento, cuando uno solo le lleva, y era como cetro de esta diosa.

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p. 51

CAPITULO XII

QUE TRATA DE LA DIOSA DE LAS COSAS CARNALES LA CUAL LLAMABAN TLAZOLTEOTL, OTRA VENUS

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p. 56

CAPITULO XIII

QUE TRATA DE LOS DIOSES QUE SON MENORES EN DIGNIDAD QUE LOS ARRIBA DICHOS, Y EL PRIMERO DE ESTOS ES (EL) QUE LLAMAN XIUHTECUTLI; ES OTRO VULCAN

1.—Este dios del fuego llamado Xiuhtecutli tiene también otros dos nombres el uno es Ixcozauhqui, que quiere decir "cariamarillo"; y el otro es Cuezaltzín, que quire decir "llama de fuego".

2.—También se llamaba Huehuetéotl, que quiere decir "el dios antiguo"; y todos le tenían por padre considerando los efectos que hacía porque quema la llama, enciende y abrasa, y estos son efectos'que causan temor.

3.—Otros efectos tiene que causan amor y reverencia, como es que calienta a los que tienen frío y guisa las viandas para comer, asando y cociendo y tostando y friendo. ,

4.—El hace la sal y la miel espesa, y el carbón y la cal, y calienta los baños para bañarse y hace el aceite que se llama úxitl; con él se calienta la lejía y agua para lavar las ropas sucias y viejas, y se vuelven así nuevas.

 

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APENDICE

p. 91

 

F.—(…) La quinta de estas diosas se llama Tlazoltécotl, y es como la diosa Venus; a ésta, con otras tres hermanas suyas, las atribuían todas las obras de los sucios amores y del remedio de ellos, y por esta causa las adoraban y sacrificaban; y por otro nombre la llamaban Ixcuina y a todas cuatro Ixcuiname, que es nombre de un animal como lobo.

 

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